Me veo caminando, tirando cuerdas con el cabo suelto. Alrededor, no hay más que entintado de noche amarga. El fingidor, no encuentra su estrategia; nunca le enseñaron a masticar comida cocinada por el mismo. El camino trazado por las basurillas que a las hadas se les escaparon de sus faldas; ahora, se muestra grisáceo y otoñal. Aparenta ser transitable ¡Qué importa, la vida fue hecha para disfrutarse! El problema viene cuando deseas deleitarte, y de los árboles de la vereda tan solo cuelgan frutos acartonados y huecos. ¿Dónde están los días con sentido? Hoy cuesta trabajo mantener la mente ligera para poder idear figuritas para ustedes. Lo diáfano de la mañana cobra caro el despertar. El estomago retiene todas mis inhabilidades para poder transformarlas en un roer de mejillas y un pene erecto por haber soñado con fantasmas deseantes de cúspides colocadas en un espacio inadecuado. Quisiera trasladarme hacía el país de las cimas, para solo así, ser lo suficientemente rojo como para desviar a una bala disparada a manera de salva. Lamentablemente, no hay cimas, porque todo eso de la montaña empinada y trabajosa para escalar, es un cuento que se narra de la misma forma que a los niños cuando se les asusta, y se les dice que se les va a abandonar en el instante que estallan en llanto ¡Te voy a dejar aquí¡ Me pregunto si todos los humanitos le temen a la inmortalidad. Ser rojo conlleva exponerse. Pocos desvían su mirada de la tierra chiclosa para ver la estrella madre y observar como nuestros párpados se transforman en dos mamparas cargadas de sangre. La debilidad viene cundo niego el origen y comienzo a creer que soy humano de nación y borde. La palabra cosa, cuando es expuesta al aire cobra vida y regresa en forma de autoafirmación. La cosa que soy, eso es el misterio que sostiene el misterio del soy, porque decir quién soy, es lo mismo que decirse qué cosa soy, enfrente de un espejo. Me equivoco, hablar sobre quién barre sobre el suelo de lo humano. Llamarse cosa se desliza en la boca como algo nato. Hay que recordar los tiempos en los que las propias manos eran extrañas y lejanas. Y lo distante de nuestra mirada siempre es llamado cosa o es relacionado con lo inaudito, invisible e infinito: Dios. Que buen trago de alcohol sería gritar, hasta conseguir el eco, ¡Dios es cosa! ¡Yo soy cosa! Deseo misterio, por eso la cosa es mi nombre.
Quiero ver los ojos arbolados por la noche con sombras trepantes, quiero, quiero, no me dan. Los favores explayados por los labios rojos no son más que ilusiones. Porqué no dijiste la verdad. No mencionaste que sin la mirada tuya, los cimientos se vendrían abajo. No hay plan, tú sujetabas las cuerdas del otro extremo. Ingenuamente creí que yo lo hacía todo, Caloooooooor, requiero calor en estás palabras. Ya no me atrevo a desearte; pero sé que te deseo, que no. La cura, la magia de la cura que era la cura mágica. Lo aprendido se desvanece para abrir paso al olvido falso, como siempre es el olvido. Cuando se abandona, el regreso a lo mismo está implícito. Tendrías que ser tú, solamente tu, ya que tu jamás fuiste lo mismo.
Agnosia aguda, menosprecio antagónico; mermado por astas puntiagudas. Pusilánime, putrefacto, agobiante, pus, agggg, hasta la frontera con quien sabe qué cosa.
La corretiza del otro día me hizo daño, me alejo tanto del ritmo cardiaco con él que temblaban tus rodillas. Pero cuando me detuve, sentí tus dedos asir mi nuca, e imité al bao de tu boca rosa oscura y roja, muy roja. Putísima madre..........
Salito .:
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