Monday, December 22, 2008

Al final de la calle...

Por la ventana alcanzo a ver un árbol salpicado de amarillo, como plumitas en el viento, largas varas estiradas hacia el sol, sin lastre, sin agotamiento. Un arco, un farol colgando de herrerías de invento. El hogar, cavidad de betas y nudos, techo rojo, refugio de perros y gatos en la lluvia. Arco detenido, pausa aflorando por los últimos instantes que saludan el patio, y atraen a la luz a esos constantes peludos caminantes nocturnos sobre las líneas de muro.

Es invierno y los pasos dados, cortos y con compás para pensar lento y más al recorrer el camino. Intervienen las ramas de nudos desgreñados y texturas, filigranas. Flores nacientes, brotando de macetas y montones de hojarasca. Acariciar al pasar con los deditos estirados, las cortezas cambiantes de los troncos que me acompañan y viajan desnudos bajo la bóveda de nubes y remolinos despeinados. Alfombra, musgo verde, pasto, ¡¿que me callas, que me absorbes y me llamas?!, desde el primer instante hasta la pregunta definitiva y la añoranza. ¿!Qué me callas a cada paso?! Con amor, tú vientre, tú palpitar consciente. Ese lamento de trueno y agrietante sangre en llamas que desciende de tus poros, tú frente. Ahora detenido, regresando al interior, silla y suspiro incontenido. El estío del recorrido apabullante realidad que me posee y me desafía en este frío.


D.

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